¿Alguien se acuerda de la unificación monetaria?


Elías Amor Bravo, economista

Esta es una pregunta sin respuesta. En el régimen castrista, todo funciona igual. Tan pronto a alguien de la cúpula dirigente del país se le ocurre una idea, por asombrosa e improcedente que sea, todo el mundo se pone a trabajar para justificarla, sin que nadie se atreva a cuestionar la oportunidad, el coste o las consecuencias que se derivan de dicha actuación.

En el tema de la unificación de las dos monedas que circulan por la isla desde el ya lejano período especial, parece que ha ocurrido lo contrario. El ímpetu reformista de un primer momento ha dejado paso a un silencio sepulcral del que solo podemos esperar cualquier cosa. Ninguna buena.

Desde hace semanas, meses tal vez, el tema de la eliminación del CUC la moneda fuerte, y la recuperación del peso cubano tradicional como moneda única en el sistema económico de la isla, ha pasado a mejor vida. No se sabe si por las dificultades técnicas que implica llevar a término una medida de esa naturaleza, por la escasez estructural de liquidez de la economía castrista (uno de sus principales defectos), las consecuencias de los ciclones, el descenso de los ingresos petroleros procedentes del crudo venezolano, el comportamiento del dólar frente a las principales monedas a corto plazo; en fin, son tantos los aspectos a tener en cuenta que se hace ciertamente difícil concluir alguna idea de por dónde irán los tiros. Mientras tanto, una corte de afectados se resigna y espera a un mejor momento en el que alguien del régimen diga la esperada frase “se acabaron las dos monedas”.

Lo cierto es que un análisis detallado de las noticias publicadas en la prensa castrista desde la primavera de este año, permite comprobar que de este asunto nadie ha dicho ni una sola palabra. Tal vez los que están intentando definir la política se encuentran con el problema, absolutamente inexplicable, que la estadística oficial de las cuentas nacionales del año 2016, fundamental para este tipo de decisiones, sigue sin ver la luz a pesar de que nos encontramos ya en octubre de 2017. 

 No existe justificación alguna para que estos datos no se publiquen y se conozcan, salvo que sean realmente mucho más negativos de los que a "cuentagotas" informó la cúpula del régimen en la Asamblea nacional durante sus últimas sesiones.

En muchas ocasiones, he señalado que con los datos de la economía no se juega, porque cuando se practican malas artes con este tipo de informaciones, se pierde credibilidad, un valor fundamental para que una economía pueda acceder en condiciones adecuadas a los mercados financieros, por ejemplo. Algo que el régimen no ha practicado a lo largo de su existencia, pero que en ausencia de financieros ideológicos como Venezuela, no tendrá más remedio que hacer.

Llegados a este punto, las dos monedas circulan a sus anchas por la isla y parece que los cubanos se han acostumbrado, desde sus distintas posiciones sociales, a aceptar un fenómeno que es raro de encontrar en otros países del mundo, incluso en algunos de nivel de desarrollo superior al de Cuba. 

No conviene olvidar que el PIB percápita de Cuba sigue estando entre los más bajos y que por mucho que los indicadores de desarrollo humano de Naciones Unidas empujen a la isla al alza en distintos rankings, existe una realidad objetiva que no admite discusión: con menos de 20 dólares al mes un cubano tiene uno de los poderes de compra más bajos del mundo, por mucha sanidad y educación gratuita que les ofrezca el régimen, que como saben los economistas, de gratis nada, ya que siempre hay alguien que acaba pagando.

El problema es el mismo de siempre. Actuar, no actuar. Lo que está claro es que después de más de 20 años en funcionamiento, la doble moneda ha cumplido con creces los servicios que el régimen esperaba de la misma, aunque las empresas estatales sigan arruinadas por la práctica de una doble contabilidad que no les permite perder de vista los subsidios del gobierno. Un marasmo de ineficacia que se tendrá que corregir, y que cuánto más se tarde en ello, será peor.

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