Y ahora se ponen a hablar de "testamentos"

Elías Amor Bravo, economista

Granma publica hoy un artículo sorprendente titulado “Testamento… proteger la propiedad y la familia”. Parece mentira que en un país en el que todavía sigue pendiente la solución de las confiscaciones y expropiaciones de la revolución a partir de 1959 contra millones de cubanos, se pueda escribir sobre “cultura testamentaria”. Y en ese sentido, conviene recordar que en Cuba existió siempre, desde los tiempos de la colonia y posteriormente la independencia, un marco respetable para el ejercicio de la potestad económica heredado de las viejas instituciones mercantiles españolas. Un marco que sirvió para fomentar el despegue de la nación y la construcción de patrimonios personales y riqueza a aquellos emigrantes que, procedentes de otros países, y de entornos de gran pobreza, progresaban en Cuba y hacían realidad sus sueños de un mundo mejor y más próspero.

Un poco de historia nos permite afirmar que la cultura testamentaria fue arrasada por el régimen comunista, en su agresión contra el sistema económico existente en Cuba, y que se identificó con los modelos maoísta y estalinista como la referencia institucional para que los cubanos se vieran privados de cualquier derecho de propiedad, sometiéndolos así al poder del estado y a la peor de las represiones que existe, la económica.
Venir ahora en 2017 a reivindicar la práctica testamentaria, sin haber resuelto los contenciosos que están pendientes, y que deberán tener una solución para que el país vuelva a la normalidad en el ejercicio económico, se nos antoja un despropósito más de esos a los que nos tienen acostumbrados últimamente. Tal vez para trasmitir una falsa señal de que en Cuba hay cambios. Falso.

Para que existan testamentos dirigidos a salvaguardar los bienes y la familia, primero, debe existir un marco jurídico estable y respetable para el ejercicio de la propiedad privada, el derecho a obtener el beneficio del trabajo propio, a enriquecerse con el esfuerzo y el emprendimiento, y al final, la posibilidad de capitalizar esa riqueza. Sin esos derechos, que deberán estar claramente reconocidos en la Constitución, los testamentos son papel mojado.

Mientras que en Cuba se siga defendiendo como pieza fundamental el concepto trashumántico de propiedad estatal y colectiva de los medios de producción, nada cambiará. El mismo derecho de expropiación de la riqueza que se reserva la actual constitución comunista, no permite a los agentes económicos tener una seguridad jurídica de que sus patrimonios, en un determinado momento, no pueden ser confiscados por el estado, aduciendo cualquier motivo. Los tribunales acabarán dando la razón al ejecutivo, teniendo en cuenta el peculiar sistema judicial castrista, por calificarlo de algún modo. Pensar en un testamento, en estas condiciones, es una auténtica burla.

La herencia, como patrimonio a salvaguardar de una generación a otra, se convirtió en un proceso complejo en los años 60 y 70. Los cubanos que se exiliaban perdían todo lo que no les había sido confiscado. Sus descendientes, también. Miles de familias perdieron sus casas, sus tierras, sus enseres personales en los últimos registros aeroportuarios realizados por aduaneros especializados en la rapiña. ¿Es que nadie se acuerda de esa etapa de la historia de Cuba que muchos tenemos muy presente?

Prohibido olvidar. En materia de derechos económicos no existe el olvido ni el perdón, mientras que no se haga justicia y se restauren los derechos de propiedad a sus titulares o herederos. Aquí tiene el régimen de Raúl Castro una buena tarea: identificar los legítimos propietarios a los que se robaron sus propiedades en plena euforia revolucionaria y realizar un censo detallado de las mismas usando la información que todavía tienen en los notarios que no fueron eliminados en un primer momento de la circulación. Es de justicia. Y luego, aplicar la normativa en materia registral, notarial, mercantil, y por supuesto de testamento. Esta misma de la que habla el artículo de Granma para que los herederos de aquellos que nunca volvieron a Cuba, porque no podían hacerlo, recuperen el signo de la continuidad histórica en los patrimonios y las haciendas construidos con el trabajo, el esfuerzo y el tesón por varias generaciones de cubanos antes de 1959.

Esta absurda huida hacia delante del régimen de Raúl Castro, hablando de los "testamentos y su misticismo", forma parte de ese escenario que se pretende trasladar al mundo, sobre eventuales cambios en Cuba, apoyado por las agencias de imagen internacionales que sirven al régimen para atraer inversores extranjeros y trasladar una sensación de normalidad institucional, donde no existe. Las prohibiciones al ejercicio de la libre empresa, a la generación de renta y riqueza, así como la acumulación de capital y la inversión productiva, gravitan sobre un sistema que carece de orientación y sentido. Dando tumbos, usando golpes de efecto y propaganda pagada no se construye una economía próspera. Si quieren saber cómo se hace, que recuperen la historia antes de 1959.

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