Comercio cubano: ¿controles o marketing?: he aquí el dilema

Elías Amor Bravo, economista

Vaya por delante que me parece una magnífica idea que alguien en el régimen castrista se preocupe por la atención y protección a los consumidores. Ya era hora. Después de medio siglo de hostigamiento con las libretas de racionamiento, las temibles "colas" para adquirir cualquier cosa, y la absoluta falta de libertad de elección de productos y servicios, no está mal que un "ministerio" asuma la posición de defender los intereses de los consumidores. Lo tienen difícil. El “control castrista” al comercio, que ha sido objeto de un artículo en Granma hoy, ha descubierto deficiencias que forman parte del paisaje que se encuentran los cubanos día a día, entre otras, “esperas de horas por un cambio de turno, no ser atendido por la recepcionista hasta que termine su conversación telefónica, que el vendedor no tenga cambio para el vuelto o que la tienda cierre antes de hora”. Y lo que es peor, al parecer “todo se considera normal, aceptado; pero sin lugar a duda, injusto”.

Lo primero que se tienen que preguntar los responsables de estos controles es por qué ocurren estos problemas en Cuba y sin embargo, no en otros países del vecindario regional. Habrá que analizar las causas para tener claros los efectos. Por mucho que se detecten éstos, en número abultado, 7.901 (posiblemente serían muchos más), mal van si no atienden al origen del problema, a lo que verdaderamente está causando este pésimo trato a los cubanos como consumidores.

Quizás no se hayan percatado que el problema está en el modelo económico, estatal, sin propiedad privada y en el que el mercado se encuentra abolido como institución básica de asignación de recursos.

Los problemas aludidos en el control burocrático en unidades de la gastronomía, el comercio y los servicios técnicos y personales, "como la falta de equipos y piezas de repuesto en talleres y unidades comercializadoras, el depauperado estado constructivo de las bodegas, el incumplimiento de las obligaciones tributarias y la insuficiente capacitación a cuadros y trabajadores" se deben a la naturaleza del sistema económico imperante, que necesita un profundo giro de 180º hacia su normalización con respecto a lo que se observa en otros países.

En la economía castrista, el cliente nunca ha tenido la razón. Ni tampoco libertad de elección entre alternativas competitivas. Tampoco ha disfrutado de unos ingresos suficientes para acceder a una amplia gama de bienes y servicios de su elección y preferencia. Su capacidad para reclamar ante abusos ha sido inexistente. El régimen aseguraba una dieta básica y unos bienes concretos a precios subvencionados, y se acabó. Nada que ver con lo que existe en otros países del mundo. 

Y ahora, en medio de los cambios incorporados a los llamados “Lineramientos” piensan que la solución está en estos ambiciosos planes de control o en el anuncio de unas leyes de protección a los consumidores. Esto, si se me permite la comparación, es como empezar a construir una casa por el tejado. La mejor protección que se puede dar a los cubanos es instaurar un sistema de comercio libre, privado y competitivo como el que existía en la Isla antes de las confiscaciones de 1959, culminadas en 1967 con la llamada “ofensiva revolucionaria" que supuso la completa destrucción del sistema comercial que había venido funcionando en Cuba desde los tiempos de la colonia.

La mejor defensa del consumidor es la libertad de elección, y que los empresarios privados dedicados al comercio, se puedan especializar y aprovisionarse libremente en mercados mayoristas que faciliten la venta de la oferta nacional a precios competitivos y accesibles. Satisfacer las necesidades de los consumidores por medio del intercambio, incorporar la filosofía práctica del Marketing en la gestión comercial, supone instaurar en la economía cubana prácticas en las que tuvieron un gran liderazgo los comerciantes que transformaron el paisaje urbano, modernizando los espacios comerciales y facilitando a la población todo tipo de artículos y servicios.

Y todo ello se consiguió sin necesidad de intervención burocrática, ni planes de control dirigidos por ministerios y otras "majaderías" castristas. La libertad de empresa, el derecho a la libre elección de bienes y servicios, y la garantía de un marco estable para el ejercicio de los derechos de propiedad se encargarán del resto.

Por medio de estas iniciativas es como se podrá devolver al consumidor cubano esa máxima de que “siempre tiene la razón”, una razón absoluta frente a un estado intervencionista, burocrático y en crisis, que no sabe qué hacer para seguir ejerciendo un control absoluto sobre la libertad de elección de los cubanos. Estos  burócratas que se dedican a los “planes de control” deberían saber que cuando el mercado sea la institución principal que asigne los recursos y el precio actúe como mecanismo básico de información para orientar las decisiones de la oferta y demanda, se alcanzará en la Isla una situación similar a la de otros países, que no supondrá más que el retorno a lo que existía antes de las absurdas confiscaciones revolucionarias

El problema es que la vía elegida, como casi siempre, no es la más adecuada.


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