Buscando la punta de la madeja: ¿la solución? El mercado

Elías Amor Bravo, economista

Cinco años de incumplimiento de la planificación. En estos términos se expresa un artículo en Granma en relación con la actividad del Grupo Empresarial de Comercio en la provincia de Camaguey, que no cumplirá tampoco este año su plan de circulación mercantil minorista, lo cual significa menos ofertas de bienes y servicios a la población de las programadas, lo que ha supuesto un déficit de más de 59 millones de pesos, en suma, un nuevo fracaso de la planificación.

Dicho de otro modo, de las 17 empresas minoristas que integran el sector, solo cuatro han cumplido los planes hasta septiembre, otras seis tienen alguna posibilidad de materializar sus propósitos, en tanto que las siete entidades restantes presentan los mayores imposibles de recuperar aunque se reduzca la deuda en los meses que restan.

Si la planificación es tan deficiente y sus resultados dejan mucho que desear, ¿por qué ese empeño ideológico en no soltar lastre y avanzar hacia la libertad económica y el mercado como instrumento de asignación de recursos? Planificación central y propiedad estatal de los medios de producción configuran el binomio sobre el que se asienta el descontrol y deficiente funcionamiento de la economía castrista. Empeñarse en arreglar este desconcierto es un error.

El artículo de Granma nos dice mucho más. Los responsables atribuyen el origen de los incumplimientos a problemas internos, y cito textualmente, “en la gestión cotidiana de las entidades han estado presentes errores humanos por falta de exigencia, control y disciplina (...)me refiero a lo que tenemos que hacer y no hacemos en el control de las ventas, en garantizar la presencia de productos liberados en toda la red minorista y en la búsqueda de alternativas oportunas, como extender el horario de las unidades, montar ferias o aplicar otras formas de gestión comercial (...) las fisuras que aún existen en los sistemas de control interno y dependen del actuar honesto de los trabajadores y los cuadros, como la introducción ilegal de mercancías y la retención de efectivo proveniente de las ventas”. Buen diagnóstico, pero desacertado.

Los problemas de la economía no están en el ámbito interno. Estos se pueden resolver fácilmente. El origen del caos está en el mercado, en la sociedad, en el comportamiento de los agentes económicos que desean tener libertad de elegir entre opciones alternativas y superar la pesada herencia de medio siglo de racionamiento y escasez.

¿Cómo si no dar explicación a lo que en el artículo se califica de “paternalismo”?

En el comercio minorista, no se puede ser “paternalistas y poco exigente” con los proveedores que no cumplen lo acordado, porque el perjudicado es el consumidor final. Los pactos funcionan y dan origen a relaciones estables y comprometidas, cuando las expectativas se cumplen y todos ganan. El comercio no es un juego de suma cero, en el que una parte gana y la otra pierde, sino que de la especialización surgen ventajas mutuas.

La relación de “entidades incumplidoras” es tan extensa y variopinta que cuesta situar dentro de unas coordenadas racionales el análisis de los problemas. Incumplen “la Empresa Mayorista de Productos Alimenticios (EMPA), que a estas alturas adeuda productos para la venta liberada, como chícharo, fideos y harina de trigo, mientras el Combinado Avícola Nacional (CAN) tiene un déficit con ese mercado de más de dos millones de huevos, suministradores como Suchel (detergente), Combell (calzado), Divep (puertas y ventanas), Escambray (tejas de asbesto cemento) y la textilera Celia Sánchez Manduley (textiles), que tienen compromisos no cumplidos con la Empresa Universal y esta, a su vez, con las entidades de comercio de la provincia”, un intrincado complejo de ineficacia de propiedad estatal y planificación central.

Los efectos de incumplir afectan a otros renglones de la economía, así por ejemplo la construcción de viviendas se frena por la ausencia de cemento o tejas, y eso a su vez incide de forma negativa en la concesión de nuevos subsidios a personas necesitadas, pues el 40 % de los ingresos por concepto de venta de materiales de construcción se destina a ese programa. Los que no pueden suministrar fideos a los comercios, a su vez se ven afectados por la falta de trigo como materia prima, que tiene su origen en los problemas del transporte interno, y así sucesivamente. La bola de nieve cae por la ladera y en su descenso crece y crece, arramblando con todo lo que se encuentra a su paso. Los planificadores, simplemente, quedan desbordados.

Este tipo de problemas no existe en las economías en las que una mano invisible dirige las acciones de los que ofertan y demandan bajo las señales que transmiten los precios en los mercados.

De veras. Aunque no lo crean, estos problemas no se resuelven con mas exigencia, control y disciplina, con maratónicas campañas de “esfuerzos mayúsculos” por parte de colectivos empeñados en conseguir los objetivos planificados. Nada es tan difícil cuando la oferta y demanda generan equilibrios simultáneos en millones de mercados de bienes y servicios en tiempo real. Hay que liberarse de los condicionantes ideológicos y admitir que incluso, en las economías socialistas, el mercado asigna los recursos mucho mejor que los planificadores, y existen amplios espacios para la propiedad privada empresarial, la obtención de dividendos y la acumulación. Estas recetas son las únicas que pueden hacer progresar a la economía de Cuba, como lo ha hecho Vietnam. No es cosa de milagros. Es básicamente la racionalidad económica.

Lo demás, es todo un cuento.

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