El futuro de la agricultura cubana son las "yuntas de bueyes"

No hay día que nuestra atención hacia las decisiones económicas que se adoptan en Cuba no se despierte con cierta desazón e incertidumbre. Hoy nos llega a través de un artículo en Granma, escrito por Miguel Febles, con el título “Empleo de la tracción animal: Ponerle el “narigón” a los rezagados” una información que, de ser cierta, nos ha llamado poderosamente la atención por su debilidad y falta de racionalidad económica.
En esencia, el régimen castrista considera una prioridad recuperar la “tracción animal” para la mejora del sector agropecuario en la Isla, como una forma de reducir el uso de combustibles y de medios mecánicos como tractores o grúas, que prácticamente han desaparecido de la escena.
Esta decisión supone ir contracorriente. Y así, en vez de recurrir al empleo de nuevas tecnologías de transporte eficientes en el uso de combustibles, cuya racionalidad está fuera de duda, el castrismo apuesta por las “yuntas de bueyes” para funciones ya no sólo en el campo, sino para la logística de la distribución comercial. Un modelo de agricultura del siglo XVIII, que ya se ha superado prácticamente en todos los países del mundo, para una economía que no tiene futuro, como la cubana.

Una breve referencia histórica nos debe ayudar a comprender mejor de qué estamos hablando.
Dice el artículo: “Hace un año y cuatro meses comenzó por el municipio de Camagüey una experiencia dirigida a aprovechar, de manera intensiva, las áreas existentes en los alrededores de esa ciudad de más de 300.000 habitantes, con el propósito de incrementar la producción de alimentos a través de métodos agroecológicos y económicamente sustentables”, y añade a continuación, “entre los propósitos básicos del novedoso modelo productivo está desplegar todo el potencial local para materializar los 30 subprogramas previstos, y resulta obvio que en materia de aseguramiento logístico ocupe un lugar prioritario el uso de la tracción animal para el laboreo y la transportación de las cosechas, entre otras funciones tradicionales del campo”.
Posiblemente, la interpretación de este programa o subprograma, porque no se acaba de comprender muy bien de que se trata en la compleja red de actuaciones del estalinismo corporativo imperante en la economía cubana, tendría una valoración positiva, si los medios alternativos de transporte existieran, o se contara con disponibilidades financieras para ello. En este caso, la letanía castrista de que los bueyes reducen el consumo de combustible se podría comprender, salvo en una economía en la que los piensos y alimentos que nutren a estos animales son más complicados de obtener que el gasóleo.
El problema de la agricultura cubana es que este es su destino con los Castro, ser arrastrada por “yuntas de bueyes” como en la época de la colonia. Pero aquí no termina esta historia anacrónica e impresentable. Lo mejor está por venir. El artículo de Granma, en esta línea de autocrítica feroz que se ha abierto en Cuba, excepto a la cúpula dirigente y su modelo político, viene a resaltar cuál es el problema de este nuevo modelo.
El problema fundamental está en que no se producen suficientes “yuntas”. El artículo lo señala de forma explícita: “Las cifras ofrecidas por la Delegación Provincial de la Agricultura en Camagüey indican que, aunque se ha avanzado, queda un largo trecho por recorrer (…) para cubrir las necesidades de yuntas de bueyes en las fincas previstas, de acuerdo con el programa de cada localidad”.
Y prosigue, “hasta el cierre de julio —problemas informativos aparte— las estadísticas arrojaban un déficit en esos territorios de 1.469 yuntas, casi el 50% de lo planificado, pero lo más preocupante no es eso, sino que a estas alturas del año el cumplimiento del plan de doma resulta irrisorio, aunque se afirma que existen 553 yuntas en formación”.
Como sucede en Cuba, es divertido, y a la vez lamentable, observar que siempre existen diferencias entre lo planificado y lo realmente ejecutado: ese es el verdadero significado del embargo, aunque otros lo sitúen en el exterior. La parálisis de ineficiencia que provoca el denominado “círculo vicioso de la economía cubana” su incapacidad para producir lo que necesita.
¿Es éste el futuro de la agricultura cubana? ¿Depender de los pobres bueyes? Podemos preguntarnos una y mil veces si esta es una solución para alcanzar los rendimientos a escala que la hagan productiva y eficiente, con capacidad para dar de comer a toda la población y reducir la factura de importaciones de alimentos. Se cuenta con reses para realizar el transporte, pero no hay suficientes “yuntas” y lo que es peor, no se sabe quién las puede producir. Es el mismo cuentagotas de ineficiencia productiva de un modelo en el que las decisiones económicas se trasladan a una cúpula burocrática que cree conocer mejor que nadie cuáles son las necesidades de la población.

Existe una alternativa, en la economía libre de mercado, para producir, por medio de empresas privadas libres y propietarias de sus medios de producción, activos y trabajo, lo que demanda la sociedad. Ensayen esa fórmula y déjense de “yuntas de bueyes”.

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